Ayer puse unos guineítos a hervir y se me quemaron. Estaba hablando por teléfono y se me fue la mente. Lo tomé de excusa y señal para coger las llaves del carro y buscar dónde comer y salir de la rutina y el encierro.
Paré en una cafetería de mi pueblo que hace las mejores habichuelitas rosadas.
Me senté sola ante la mirada de algunos curiosos que no están acostumbrados a ver a una dama sin compañía sentarse a comer. O fue eso, o les sorprendió todo lo que ordené, que no esperaban que cupiera en este cuerpo delgado de casi 70 años.
Como 10 minutos más tarde, entró un joven alto y apuesto que también se sentó solo. Me miró y me sonrió. No crean que se me subió el ánimo, la moral o la falda. Simplemente me pareció cortés.
Al rato percibo que su mirada se vuelve más fija a medida que pasaban los minutos. Empecé a sentirme realmente incómoda. Terminé rápido y me dispuse a irme. A estas alturas de la vida uno no espera que se le acerquen los violadores pero aparecen “tráfalas” que se aprovechan de vulnerabilidad de una.
Cuando atravieso la puerta escucho detrás de mi: “Señora, disculpe”. Era el joven.
- Yo creo que usted fue mi maestra de religión cuando estaba en tercero. No recuerdo su nombre, pero no olvido que lo que nos enseñó cuando estudiábamos Biblia: “No se cae la hoja de un árbol sin que sea la voluntad de Dios”. Esas palabras me han acompañado toda la vida. He podido soportar pérdidas humanas y materiales. Dificultades y contratiempos… y siempre que recuerdo esa cita me fortalezco en Cristo Jesús. Solo quería decirle GRACIAS.
Lo miré a los ojos y le respondí: Dios te bendiga.
Me monté en el carro y me fui sin decirle que nunca he dado clases de nada en la vida, y que esa frase tampoco está en la Biblia. Me sentí que hice una buena acción al no sacar de su burbuja a ese joven caballero, que hoy duerme feliz pensando en nuestro reencuentro.
Este fin de semana hasta me animé para ir a Plaza Las Américas al Taste Food Fest. A seguir comiendo comida rica y encontrar más jóvenes gentiles a quienes yo pueda alegrarles el día. ¡Allá nos vemos!