¿Quién tuvo un hijo cuya maestra enviaba notas 4 días sí y uno no, para dar queja del nene? 🙋🏻‍♀️

¡Yo sí! Albertico -el pobre- llevó de arroz y de masa, en su proceso de hacerse grande; porque su papá no tenía mucha paciencia. 

Con mi nene vivimos todas las etapas:

  • La de no querer bañarse, con esa  peste a hormonas rancias.
  • La de no querer recortarse el pelo o gustarle parecer un indigente, con la ropa lo más descolorida, rota o ancha posible. 
  • La de odiar a todo el mundo, especialmente a quienes le dimos la vida.

Incluso, la etapa de mayor independencia donde las travesuras “inocentes” significaban irlo a buscar al cuartel de policía de San Germán. 

Ese hijo también fue el que más tiempo pasó en el hospital. Cuando no estaba enfermo era la cabeza rajá’ o un hueso fuera de sitio. 

Él fue mi mayor reto y una aventura que me curó de espanto, para toda la vida. 

Gracias a él, y a pesar de los años que han pasado, todavía cuando suena el teléfono, ya presumo que es una “desgracia” y con mi Santa calma contesto.

A él le agradezco mis nervios de acero. Aprendí a recibir el golpe, asimilarlo, manejar la situación y entonces luego, llorar y arrancarme los pelos. 

¿Pero saben qué pasó después?

Albertico se metió al ARMY donde levantó cabeza y enderezó sus pasos.

Cuando lo reclutaron y se fue de casa siendo solo un jovenzuelo de 18 años, mis amigas me felicitaban muy entusiastas. 

¿Cómo es que te celebran igual cuando el bebé recién nacido llega y cuando ya grande abandona la casa?

Eso me costó entenderlo. 

Se supone que me haga feliz ver su cuarto recogido -que ahora está vacío y huele popurrí-.

Debo celebrar que cuando abra los ojos por las mañana, no tenga que pensar en mi nene, en su comida, en protegerlo (casi siempre, de él mismo). 

Confieso que yo perdí mi norte. Mi propósito de vida me abandonó, cuando el nido se quedó vacío.

Estoy segura que no todas las mamás se van identificar porque cada realidad de familia es diferente. Pero, por el Día de las Madres que se aproxima, siento el deseo de dirigirme aquellas que son mamás, pero que aún sufren el hecho de haber sido relevadas de sus obligaciones.

No es fácil esa transición. Despedir a los hijos para que sigan su camino es lo natural y lo ideal. Pero en nuestra humanidad, puede doler y mucho. 

El domingo de Madres, veré a Albertico entrar por esa puerta y celebraré con él toda el agua de beber que me dió, pero también el regalo que con su nacimiento, me otorgó el título de mamá.

Feliz Día de las Madres, a todas las Baby Boomers en Puerto Rico.