Cuando pienso en mi mamá, recuerdo traumas muy puntuales. ¿Qué si dije traumas? ¡Sí! No me crucifiquen por decir esto, pero la maternidad se romantiza de muchas maneras. 

Nadie habla de cuando quieres tirar al muchachito por la ventana porque se levantó por quinta vez en la noche y el cuerpo no te da para más. Somos “malas madres” porque gritamos de desesperación después de horas y horas donde sólo hemos sido “MAMÁ”. La mamá que cocina para todos, que limpia la casa, que lava la ropa… Que en la lista de prioridades ella ocupa el último lugar. 

Y cuando nuestra mamá ya no está en este mundo (como en el caso de nuestra generación Baby Boomer) es un sacrilegio decir su nombre en un contexto diferente al de tipo “mi mamá me mima”. 

La maternidad es un conjunto de muchos matices. Mi mamá, por ejemplo, fue una mujer muy sufrida; a quien mi padre engañó con vil descaro. Tengo dos hermanos concebidos fuera del matrimonio con mi mamá y dicen las malas lenguas que debo tener muchos más no reconocidos. 

Aunque mi mamá nunca se divorció de mi papá, con el tiempo comprendí el por qué de aquella bofetada que me sacó sangre, o la vez que fuimos a casa de una de las amantes a gritar improperios. Yo quería morirme.  Ella no tenía recursos emocionales, conocimiento, estudios o paciencia. 

Lo que sí tenía de sobra es ese amor que nos impulsa a dar la vida por nuestros hijos, y es como una energía que cargamos en el corazón, lista para ser descargada sobre aquel que ponga un solo dedo sobre nuestra cría. 

Recuerdo cuando mi papá se desaparecía por días, y de igual manera, veíamos como se reducían las porciones de comida en la mesa. Mi mamá no trabajaba y dependíamos completamente de él. 

Cuando había pasado más de una semana, mami “perdía el apetito”… nos daba poco y ella no comía nada (porque no tenía hambre, decía). 

Hoy, desde mi columna, honro el amor más desinteresado del mundo. El que es capaz de gritar muy alto de cansancio o rugir tan fuerte como una osa recién parida. 

Te felicito mamá o abuela. Por tu fuerza, pero sobretodo, por tu gran amor.