Mi historia de amor está requete contada. Ustedes saben que yo me reencontré con un viejo ex por Facebook, cuando la cuarentena -y esta columna- comenzaron. 

Fue intenso pero corto. Desde entonces he estado sola y sin perro que me ladre… -Literalmente- porque me lo atropellaron el año pasado.

Prendo la radio y me sale una loba aullando: “A ti te quedé grande
y, por eso, estás con una igualita que tú, uh, uh, uh, uh”.

Entonces me pregunto, ¿En qué aire es que está el amor para ir a tomar una bocanada grande? 

Ya no se escuchan historias como la de doña Yolanda, la dominicana que me limpiaba la casa hace más de 20 años atrás. Ella vivía enamoradísima de su “Fafo” (como cariñosamente le decía a su consorte llamado Alfonso) y contaba su vida con él a quien le preguntara y a quien no también. Todos en casa la sabíamos completa:

Ella tenía menos de 30 años cuando enviudó en su natal Santo Domingo. Se quedó soltera por elección, criando a sus hijas pequeñas. 

Más de 20 años después  una de ellas vino a vivir a Puerto Rico con su esposo, y se dio a la tarea de buscarle un marido puertorriqueño a su mamá, para poder traer a Yolanda “con papeles”. 

En una cafetería de Santurce, siempre se encontraba al mismo señor tomando café. Se le acercó y le preguntó si estaba casado. Al negar con la cabeza, rápido Anita le propuso el negocio de recibir una compensación económica a cambio de casarse con su mamá… Ella cuenta que él pidió ver una foto, y eso fue suficiente para que surgiera un amor que perduró por más de 20 años, cuando la muerte los separó.

Él quedó prendado de los ojos verdes de Yolanda y empezó a viajar con frecuencia a Santo Domingo, donde hicieron los arreglos del matrimonio y finalmente se casaron. 

Me consta que fueron muy felices. El negocio falló, pero el amor triunfó.

Yo soy una Baby Boomer que cree en el amor. Me siento cansada de cuidar nietos, pero no me siento cansada para salir agarrada de la mano de un apuesto caballero que me invite a salir.

Me duelen las piernas por la artritis; pero no tanto como para no abrirlas….   En la clase de yoga que me inscribí el martes pasado. 

Creo en el amor como el de Yolanda y Alfonso y repudio los que son como Shakira y Piqué. 

Si el deseo de amar y ser amada es suficiente para conquistar los anhelos de mi corazón, puedo decir con total certeza que este año escribiré mi propia y nueva historia de amor. Y ustedes la leerán. ¡Hasta pronto!