Si hay una mujer a la que yo desacredité en todos los rincones fue a Mayra. Cuando cursábamos los últimos años de escuela secundaria la recuerdo brillante de mente y ligera de panties. Pasaba de uno a otro joven caballero con la misma naturalidad con la que el reggaetón nos insulta a todas las mujeres.

Ella fue a la universidad y años después abrió su propia farmacia, muy próspera, por cierto. Al final del camino los hombres con los que ella intercambió fluidos no la definieron en absoluto. Llevó con dignidad los señalamientos de Pu…. Puesta para lo de ella. 

En otro extremo estaba Guillermina, a quien también admiro en una forma diferente. Ella lucía mas puritana que mi difunta suegra cuando recogía las ofrendas en la iglesia, después de haberle echado una escupidera llena de orín a mi suegro por haberse amanecido en la calle. 

Guillermina se casó con un hombre que le dio muy mala vida y la dejó con dos niñas pequeñas para sacar adelante. No admiro su carácter demasiado dócil pero sí la forma en que levantó a dos mujeres de bien, cocinando para los empleados de la fábrica de al frente. Ella sacó de abajo.

¿Y yo? Yo me quedé con muchas ganas. 

Soñaba con ser abogada porque soy de discutirlo todo. Desde una oferta en el supermercado que no me redimieron hasta las largas esperas en una oficina de gobierno.

Fui callada una y mil veces por mi papá. Así aprendí que el silencio era un arma de autodefensa; aunque nunca pudo silenciar los cuestionamientos de mi cabeza… ¿Por qué no tomaba en cuenta la opinión mía o de mi mamá? ¿Por qué en un trabajo yo ganaba menos que mi compañero que hacía lo mismo que yo? ¿Por qué era osado aspirar a posiciones lideradas mayormente por hombres? ¿Por qué? 

Agradezco este espacio porque puedo ventilar lo que no que no pude ni en un tribunal ni en la vida cotidiana. 

Pienso en Mayra y cómo hizo lo que quiso y estoy segura que a diferencia de mí no se quedó con nada por dentro (bueno, más bien se llevó todo adentro, y bien por ella y su capacidad de tomar desiciones sobre su cuerpo). 

Pienso en Guillermina y en su resiliencia. Tan sumisa pero tan fuerte. Ella no huyó -como su marido-, ella enfrentó y afrontó, como nos toca a las mujeres que parimos. Para la mayoría, los hijos son nuestros y nada más; cuando se trata de sacrificar algo en la vida o incluso, la propia vida. 

En el Día Internacional de la Mujer pienso en mi y en ti. En que no debemos rendirnos en la lucha por el respeto y la igualdad. Somos  grandes… Pero falta que el mundo sepa cuánto.