Cuando llega el día de los padres me pongo reflexiva. No puedo celebrar a mi papá ni tampoco a mi esposo, pues ninguno está ya en el plano terrenal.

Con papi pasa diferente que con mi difunto marido, ya que me da con recordar vivencias que lejos de hacerme llorar, me hacen reír. Inevitablemente me traslado a la pequeña parroquia de San Germán en la que me casé hace tantos años. Desfilaba radiante, del brazo de mi orgulloso padre. No bien íbamos a la mitad, sus pies se enredaron en mi falda larga, blanca e impecable. Para no caer yo, por instinto, me agarré del reposamanos del banco de la iglesia que me quedaba a la derecha, en tanto, él luchaba con mi vestido, mi velo y sus zapatos. No se por qué nadie atinó a echarle una mano hasta que lo vieron en el suelo. Los ojos de mi hermana, que era la madrina, se encontraron con los míos. Ella en el altar y yo a medio pasillo. Vi cómo apretaba los labios, en una mueca que yo conocía muy bien, de aguantar la risa. Yo vi todo en cámara lenta… Pero cuando vi que 4 personas no podían levantar a papi (qué siempre estuvo pasado de libras) la que no aguantó fui yo y estallé en una carcajada. Lo qué pasó después fue un “corre corre” espectacular. Mami con mirada acusatoria; Margarita, mi hermana, detrás de una columna para que no vieran que de la risa no podía permanecer en postura derecha; mi futuro esposo con cara de total confusión; el sacerdote incómodo con el caos y los invitados divididos en dos bandos: Los preocupados por la caída de papi y los que se esforzaban para no reír. Ese recuerdo siempre me viene a la memoria el día de los padres. De algún modo me hace feliz y me recuerda el maravilloso padre que tuve, que me dio felicidad, amor y risas, mientras vida tuvo.

A Luis lo recuerdo con tristeza, pues mi rol de mamá se apoyó mucho en el suyo de papá. No sé cómo habría echado los muchachos adelante sin él. Cuando partió a los brazos del Señor ya estaban criados; pero en estas fechas, el amor, la nostalgia y el agradecimiento me acompañan por varios días.

Escucho mucho por ahí: “Mamá es mamá”… Y es cierto, como también “Papá es papá”.