Miren, no es que yo sea la más romántica, ni la más fácil de conquistar tampoco, pero si el amor de mi vida no me encuentra en el pasillo de las carnes, es que no está buscando bien. A mis 70 y tantos años, si hay algo que me derrite el corazón, es encontrar jamón bueno en especial.

El otro día, fui al Supermercado y como toda doña que se respeta, agarré mi “shopper” con los especiales y una lista escrita en un papelito -lista que luego no encuentro en la cartera-

En casa se había ido la luz, así que caminaba con deleite por los pasillos frescos del súper. Me detuve a analizar el precio del queso suizo como si estuviera tomando una decisión de vida o muerte, cuando de repente, un caballero, pelo blanco y bigote bien cuidado, me dice:
— Señora, disculpe… ¿Ese queso sabe tan bueno como dicen?
Y ahí, mi gente, empezó el esfuerzo de conquista. Porque si hay algo que une a dos adultos mayores, es la combinación de buenos precios y preguntas oportunas para dar respuestas creativas. No perdí tiempo y respondí:
— Querido, el queso suizo es como los matrimonios de antes: tiene sus boquetes, pero aguantan mucho.

El hombre soltó una carcajada tan fuerte que una empleada desde una góndola me hizo un guiño. Ese gesto me empoderó y supe que era mi momento. Me arreglé el pelo, agarré mi paquete de queso con elegancia y le pregunté:
— ¿Usted también viene a cazar los especiales o solo está buscando amor en el pasillo de las carnes y cortes fríos?
¡Ay papá! ¡La cara que puso! Saben que cuando un hombre de 70 años se sonroja, es porque se dio en el clavo. Terminamos la compra juntos. Estudiamos marcas de café y discutimos si el pan integral es un invento del demonio para acabar con el pan sobao tradicional.
Al final, me llevó las bolsas hasta el carro y me dijo:
— Si la próxima vez que venga la veo en la fila de la panadería, me atrevo a pedirle el número.
Le guiñé el ojo y respondí:
— Si me ves en la panadería, tráeme un café y hablamos.


Ya saben quién vuelve mañana de compras, ¿verdad? En este San Valentín les deseo la misma suerte que yo, de encontrar quien me cargue las bolsas por el “parking” y quizás también el corazón por la vida.


¡Qué viva el amor!