Resulta que yo le compré a la nieta de la vecina tres flores de pascua, para ayudarla con una recaudación de fondos -o algo así- de su escuela. Desde el mes pasado le di el dinero y hasta la fecha, yo no había visto ninguna pascua. Veía a veces a la niña, pero no me decía nada. Supuestamente, esa misma semana ella me las entregaría.
Yo reconozco que he tenido malas experiencias con personas y dinero. He perdido amistades por esa causa. No me gusta prestar ni pedir prestado. Se me metió en la cabeza que tal vez muchachita, una adolescente de este tiempo, se hizo la loca y se quedó con el dinero.
Decidí hablarlo con mi vecina -la abuela-. Le dije muy seria lo que estaba pasando. Que no me gusta eso y que desde chiquitos hay que corregir a los niños porque empiezan con algo chiquito y terminan presos. Ella se enojó tanto con la nieta, que salió a buscarla a casa de una amiguita. Allí le dijo de todo. Tanto que la jovencita se echó a llorar y llegaron las dos a mi casa. La criatura a moco tendido y mi vecina que ni la dejaba hablar.
Cuando por fin, la susodicha pudo explicar lo que ocurrió, resulta que ella si las llevó a mi casa -confirmado por mi esposo allí presente-. Sus palabras fueron:
“¿Las flores rojas esas? Si, si, hace mucho ella las trajo y yo se las regalé a Cheo, el que corta el patio”
El “olvido” y la “generosidad” de mi esposo, me costaron mas de 30 pesos y morirme de vergüenza con la vecina y su nieta.
Raysa G.
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