Este bochorno que les voy a contar, en realidad le pasó a mi hija. Pero como yo estaba con ella en el carro, puedo decir que se me cayó la cara de vergüenza a mi también.
Hace unos días estuve de visita en su casa en Estados Unidos. La ciudad donde ella vive está llena de gringos, no es como esas comunidades donde se concentran muchos latinos.
Pues resulta que mi nieta toma clases de Taekwondo en un local donde mi hija la deja y luego la recoge cuando se termina el entrenamiento.
Llegamos por la nena como 2 minutos tarde y la vemos en la puerta cargando un perro bien peludo. Como mi hija no conoce al animal ni al dueño, le enojó la peligrosa confianza de andar cogiendo perros en la calle.
Sabiendo (o creyendo) que solo la niña la entendería, le grita a toda boca, desde el carro, con las ventanas abajo:
- ¡¡¡Ojalá y tenga pulgas!!!
A lo que rápido una señora -que ahora sabemos que es la “mamá” del perro-, grita de vuelta e igual de alto:
- ¡PUES NO, SEÑORA! ¡NO TIENE PULGAS!
Así como leen. Resulta que la rubia hablaba español y se ofendió bastante por el insulto a su hijo de 4 patas.
Yo solo quería volver atrás los años en que yo resolvía algunas cosas con un chancletazo; para recordarle a mi hija no ser IMPRUDENTE ni lengua suelta.
Inés A.
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