Pequeño horror, digo ¡ERROR!
Aprovechando un paseito a San Juan, fui al mall con mi esposo. Como casi todos los hombres, a él no le gusta andar de aquí para allá en las tiendas; así que le dije que me esperara en un banco del pasillo del centro comercial. Entré a una que tenía mucha ropa en oferta y hasta una faja para
la barriga, que se veía cómoda. Me la probé primero, y efectivamente me hizo una cintura de avispa. Con la faja puesta seguí probándome toda la ropa que había escogido. Estaba feliz porque todo estaba con buenos descuentos. Salí del probador, pagué, y me fui bien feliz con todas mis bolsas.
Cuando mi esposo me ve que va a ayudarme, me dice que me ve diferente, mientras me mira de arriba a abajo. ¡Anda! ¡Que me dejé la faja puesta y no la pagué!
Allí tuve que devolverme y explicarle al gerente, para que me dejara entrar al probador sin nada en la mano, para luego salir con la faja que no había pagado y finalizar esa compra. Yo solo pensaba que, si hubiera tenido la cosita esa que suena, quizás no habrían creído que fue por error. ¡Qué vergüenza!
Lydia
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