Anne M. Eaves tiene 69 años, 15 hijos, 16 nietos y un trabajo demandante, como directora ejecutiva de Servicios Funerales Episcopales. Ella es ejemplo de un modelo atípico de familia, pues cada vez más la balanza se inclina hacia núcleos pequeños.
El porcentaje de matrimonios que fracasan antes de los 8 años es progresivo. ¿Cómo pudo desarrollar una carrera profesional y sostener con éxito un hogar tan numeroso?
“A mi me gustaban los niños desde temprana edad. Yo hacia “baby sitting” y junto a mi hermano teníamos una escuelita en Cupey en la que enseñábamos a nadar a los niños. Adicional, trabajaba en los campamentos que realizaba el Colegio San Ignacio… Estar rodeada de niños era algo normal y usual para mi”, afirma Anne, quien tuvo su primer hijo a la edad de 23 años.
En un principio el número ideal era seis, pero según sus propias palabras, Dios le concedió tener más bendiciones.

La rutina
Un día normal en la casa de 17 integrantes, suponía mucho movimiento y actividad desde temprano. Lo mismo que una familia de 3 hijos (pero en este caso multiplicado por 5): Levantarlos, desayunarlos, llevarlos al colegio, continuar cada padre a su respectivo empleo, recogerlos en la escuela, hacer asignaciones (que dejaban en la mesa para ser revisadas por papá y mamá), preparar la cena… Y como en todo hogar donde hay niños en edad escolar, siempre estaba el que olvidó pedir una cartulina, fotos o materiales para algún proyecto en clase. Entonces, había que hacer una pausa para correr a comprar lo que se necesitaba, para finalmente acostarlos a dormir.
Los fines de semana era otra historia. Cada hijo tenía una tarea asignada dentro de la casa y en el patio. De acuerdo con su edad, era la dificultad de dicha labor.
Los domingos visitaban la iglesia y era también el tiempo de paseo en familia.
En cuanto a la alimentación de tantas bocas, era papá quien llegaba más temprano y cocinaba. Ella cuenta que en una ocasión les visitaron unas amistades y cuando vieron que se hacían 2 calderos de arroz, una de ellas llegó dos semanas después con un caldero enorme (tipo los que se utilizan en los comedores escolares).
A partir de ahí se hacía más fácil el cocinar. Con convicción dice: “Era un reto sobretodo pensar cuál iba ser el menú del día, y era un solo menú, y te lo comías sí o sí y si sobraba algo se distribuía entre los hijos más grandes y fuertes”, se ríe al recordarlo.
Para bañarse era necesario respetar un horario. Había 3 baños y 8 cuartos.
“A veces se quedaban dormidos 2 y 3 juntos en una misma cama; y pues, ellos felices. Supongo que es algo que se da en familias grandes”, dice.

Retos
“Lo más difícil era mantenerlos entretenidos. Lo bueno es que entre ellos eran un equipo y estaban siempre inventando algo. Eran buenos niños, porque yo muchas veces tenía que sacrificar el tiempo de ellos por mi trabajo -que no tiene un horario fijo-, mi esposo (QEPD) asumía su rol cuando yo no estaba presente”,
indica.
“Lo más bonito era verlos crecer y como cada uno desarrollaba su propia personalidad, su carácter, gustos y verlos convertirse en niños respetuosos y sensibles a otros”, agrega.
Una preocupación constante para ellos, como padres, era lograr que cada hijo sintiera que recibía atención y que era amado en su aspecto individual.
Como el trabajo de Anne es en la industria funeraria, muchos fines de semana se los llevaba a los cementerios, para ella poder cumplir con sus obligaciones, que no estuvieran separados, y que pudieran estar activos realizando alguna tarea. Era también una oportunidad para que ellos vieran y vivieran el sacrificio que suponía salir a trabajar. Esto les creó empatía y sentido de responsabilidad.

Su pasión por lo que hace y el amor a su familia fueron claves en el funcionamiento de ambas responsabilidades.
“Siempre he visto mi trabajo como una vocación. Como es lo que me apasiona, poder ayudar a las familias en su proceso de pérdida, no lo veo como una carga dentro mi dinámica de vida. Me gusta ser ese apoyo, ese consuelo, ese abrazo que muchas veces necesitamos para fortalecer al familiar que ha sufrido la pérdida”.
Anne ha sido pieza clave en desarrollar equipos eficientes dentro de la empresa, a largo de 40 años.
“En mi trabajo he tenido mucho apoyo de parte del equipo y directivos, con quienes comparto un propósito y unos valores que se reflejan en el plano personal”, afirma con seguridad.
En la fase de Mamá, le otorga méritos a Dios y a su fe. Pues a pesar de los errores naturales que vienen en la crianza, hoy sus hijos, ya adultos, muestran calidad humana y sensibilidad hacia otros menos afortunados. Son personas comprometidas y amorosas, que llenan su corazón de orgullo.

Anécdotas
Anne asegura que en toda familia grande siempre hay anécdotas que contar. En su caso porque tenía 15 mentecitas pensantes y creativas.
“Algo que todos me preguntan es que si dejé a alguno olvidado alguna vez… Pues te cuento que sí. Estábamos todos en uno de esos fines de semana de trabajo, que me hospedaba en un hotel en el área sur y cuando llegó el domingo para regresar a casa, nosotros teníamos 2 minivan y una mitad se iba con mi esposo y la otra conmigo. Siempre pasábamos lista para ver que cada uno de los niños estuviera montado, pero ese día yo conté a los míos y llame a mi esposo para que pasara su lista. Nos marchamos. En un momento dado preguntó por una de las nenas que en aquel entonces debía tener como 5 años. Ella no estaba en mi carro, así que llamo a mi esposo y le pregunto si estaba con el. El le pregunta a los demás y al ellos contestarles que no, se me paralizó el corazón. Dimos media vuelta y cuando regresamos al hotel, nos bajamos de los carros como dementes y la encontramos en una silla del lobby sentadita y cantando: “Me dejaron, me dejaron”. En ese momento nos regresó ¡el corazón, la respiración y todo lo demás al cuerpo!

¿Y la relación de pareja?
La normalidad de ser parte de una familia grande era de su esposo, pues el provenía de una familia numerosa. Para él, no era algo fuera de lo común la visualización de una pareja en medio del “caos” de tantos miembros. Aunque no era el caso de Anne, ella asegura que vio a sus hijos como bendiciones que se añadieron al matrimonio.
“Aunque el impacto es grande, no solo a la dinámica de pareja sino a la dinámica de lo económico, nosotros siempre lo vimos como parte de nuestro concepto de vida y familia. Creo que, con cada uno, nuestra unión se fortalecía cada vez más”, asegura.
El nido vacío
Cuando los muchachos empezaron a crecer y tomar el rumbo de sus vidas, Anne y su esposo también aprendieron a apreciar el tiempo entre ellos. Esto, hasta el 2005, cuando su compañero de vida y padre de sus 15 hijos fallece de cáncer en los huesos. Para ese momento el menor tenía 10 años.
A partir de esa nueva realidad, Anne volcó su vida en completa entrega a sus hijos, pero en especial a los que quedaban aún en la casa.
Enseñanzas
¿Qué se gana siendo mamá de tantos?
“Aprendí a ser más organizada con el tiempo; a entender que cada uno es diferente; que las conversaciones son diferentes luego del 2005 pues ya no hay padre y madre. Ahora es solo mamá que también debe mantener un trabajo. Todavía me impresiona mirar atrás y ver todo lo que uno puede lograr por amor a los hijos”, responde.
Otra enseñanza valiosa se basó en la forma de criar. Ella reconoce que los tiempos cambian y los hijos también van evolucionando. Como padres tuvieron que reinventarse según la época y el tiempo, a medida que iban creciendo.
Aprendió que el amor no se divide. Se multiplica: “Mi amor por todos es igual. Lo que es diferente es que a lo mejor me identifico con unos mas que con otros por su carácter, por su forma de ser. Hay unos que son muy serios, otros extrovertidos, pero el amor y el sacrificio es el mismo para todos”.

Mensaje final
Las reuniones familiares no son meros encuentros. Son una gran fiesta en la que siempre la pasan bien. Todos se esfuerzan para que los primos se conozcan y crezcan juntos.
“No importa las diferencias que como familia podamos tener; porque no hay familias perfectas, pero siempre recordar que la familia es lo más importante. Por eso festejamos juntos, lloramos juntos, y oramos juntos”, dice con orgullo.
“Nosotras las madres podemos hacer todo y podemos con todo. Somos mujeres poderosas. Las madres funcionamos por amor y el amor, ¡todo lo puede!, concluye.