Por: Carmen Amelia Acevedo Pérez | Bibliotecaria
Cuento que en un pueblo costero de Puerto Rico, un 6 de enero, -Día de los Tres Reyes Magos- tres niñas esperábamos con mucha ilusión los regalos sorpresa que los Reyes traerían. En nuestra época no se escribía la carta de deseos para los Reyes. Solo bastaba portase bien para recibir regalos, regalos que esperábamos con gran intriga y alegría porque no teníamos ni idea de lo que recibiríamos.
La tarde del 5 de enero recogimos grama del patio de nuestra vecina, en una cajita de zapatos que dejamos debajo de la cama para que los camellos tuvieran algo de comer porque venían de tan lejos. Esa noche nos reunimos en la sala para cumplir la promesa de Reyes de nuestra abuela, que había ofrecido para agradecer que nuestro “father” había sobrevivido de una caída de caballo entre las laderas del bosque de Guajataca; caída que lo mantuvo por once meses en el hospital donde conoció a “mother” que era enfermera y al salir de allí rapidito se casaron. Una vez se terminó el rezo del rosario con cánticos navideños, de inmediato pasamos a tomar chocolate caliente con galletas de vainilla y un rico queso de bola; celebrando así la víspera de Reyes.
“A dormir temprano” nos dijo nuestra “mother”, porque si no los Reyes no vienen. La inocencia era tal, que las tres quedamos dormidas en un instante.
En la mañana del 6 de enero nos despertamos apresuradas para seguir el rastro de la grama regada por toda la casa hasta llegar al árbol de navidad donde encontramos las sorpresas. Eran regalos grandes: Una bicicleta, sí una para las tres, así como unos patines para compartir como buenas hermanas, tres muñecas y artículos escolares. Una gran sorpresa fue que nos dejaron un reloj Timex para cada una. Esa fue una gran alegría porque fueron los Reyes de nuestra prima. Como siempre, en cada día de Reyes, ropa nueva había para estrenarla de inmediato porque nos íbamos para la misa del día de Reyes. Allí, luego de la misa, todos los niños recibimos una bolsita de dulces entregadas por los Tres Reyes Magos vestidos con sus impresionantes ropajes, tan reales que asombraban.
Muy deseosas estábamos de regresar a la casa para continuar jugando con los regalos recibidos. Un rico almuerzo nos esperaba: carne mechada con papas majadas, ¡que delicia aquella! Luego, durante la tarde, pasamos a la casa del abuelo a visitar familiares para llevar regalos y recoger los nuestros.
Hasta aquí, les cuento un día muy largo, lleno de alegría porque los Tres Reyes Magos visitaron a las tres niñas de Aguadilla.